Nada Facil
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Para escribir este paper el autor y profesor del Hamilton College Daniel Chambliss, atendió a una serie de competencias de talla nacional e internacional entre enero de 1983 y agosto de 1984 llevadas acabo por el United States Swimming Inc. Entrevistó a un total de 120 nadadores y entrenadores. Vale la pena resaltar que él también fue entrenador de un equipo a nivel regional de edades 7-16 durante 5 años.

Acá resalto algunos de los puntos claves.

Que NO es la Excelencia

  • La excelencia no es el producto de personalidades socialmente “raras”.   Todos sabemos que para ser excepcional en un deporte se requiere sacrificar la parte social. Esto implica no ir a fiestas, reuniones y demás eventos. Para muchos esto suena demasiado descabellado, y por lo tanto creen que se requiere ser “raro” (solitario) para lograrlo. Chamberliss no encontró que una personalidad de este tipo fuera la responsable de los logros de los nadadores. 
  • La Excelencia no es el resultado de cambios cuantitativos en el comportamiento. Incrementar el tiempo de entrenamiento no hace que uno nade más rápido; ni estar super motivado; ni mover los brazos más rápido.
  • La Excelencia NO es el resultado de poseer talento, ni de tener el “factor X”. Estos términos son usados generalmente para darle cierto misticismo al proceso mundano de la excelencia deportiva, manteniéndonos alejados del análisis real de los factores que realmente afectan el desempeño, y protegiéndonos de la responsabilidad que tenemos de nuestras propias acciones.

La Excelencia requiere una diferenciación cuantitativa y no cualitativa

  • La Excelencia en la natación competitiva se logra a través de la diferenciación cualitativa de otros nadadores, y no a través del incremento en actividad. Esto implica que los distintos niveles se distinguen por calidad; la estratificación es discreta y no continua; y por estos factores el mundo de la natación no se concibe como una sola entidad, sino como múltiples mundos, cada uno con su propio patrón de conducta.

    • Ejemplos de diferencias “cuantitativas”: practicar más hora, nadar más kilómetros/día, incrementar la velocidad de brazada, etc.
    • Ejemplos de diferencias “cualitativas”: cambiar la técnica de patada de pecho (hacerla más angosta), competir a nivel regional y no local, comer más frutas y verduras y dejar las grasas/azúcar.

Los campeones olímpicos no solo hacen más de lo que hacen los nadadores de clubes o amateurs. No solo nadan más horas, o mueven más rápido los brazos, o hacen más entrenamientos. En cambio hacen las cosas diferentes. Sus estilos son diferentes, sus actitudes son diferentes, su grupo de amigos son diferentes, preparan sus carreras diferente; sus padres tratan el deporte diferente, y compiten en diferente tipo de carreras y eventos.

Los mejores nadadores tienden a ser muy estrictos con su entrenamiento, llegando a tiempo, haciendo todos los estilos legalmente (tocar con las dos manos en pecho y mariposa por ejemplo), cuidan su alimentación y duermen bien, calientan adecuadamente antes de la competencia y este tipo de cosas.

En los niveles competitivos más altos parece que la actitud se invirtiera. Todas las cosas que los nadadores de los clubes “odian” hacer, a los nadadores de alto nivel les encanta. Lo que a muchos les parece aburrido -tener que mirar una línea negra durante horas- a ellos les parece meditativo e incluso terapéutico. Ellos disfrutan de los entrenamientos duros y se plantean metas difíciles.

Ninguna cantidad de trabajo extra per se hará que un nadador de “club” se transforme en un nadador élite, sin que existan los cambios cualitativos en como se hace el trabajo. No es por el incremento de trabajo que uno se vuelve excelente, sino por el cambio en el tipo de trabajo. Los deportistas pegan saltos cualitativos avanzando por los distintos niveles: con cambios en su técnica, disciplina y actitud que solo se suelen dar con un cambio de escenario, e.g unirse a un nuevo equipo, cambiar de amigos, cambiar de entrenador, rodeándose de gente que trabaje a un nivel más alto. 

Se menciona el llegar a la “cima” del deporte, y de “niveles” dentro deI deporte. Estas palabras sugieren que todos los nadadores, de una manera u otra, están escalando la misma escalera, buscando las mismas metas, compartiendo los mismos valores, nadando los mismos estilos, todos detrás del oro olímpico. Pero eso no es así. Algunos quieren medallas de oro, otros quieren ser parte del equipo, otros solo hacer ejercicio, pasarla bien con los amigos, o salir a tomar el sol y estar en el agua. ¿Entonces no deberíamos ver a la natación como un mundo, sino como multiples mundos? (y cambiar de mundos es un gran paso hacia la excelencia), una diferenciación horizontal y no vertical del deporte.

El mundo de la natación es en realidad muchos mundos, los grandes nadadores se ven como diferentes y no como mejores.

Porque el talento no lleva a la excelencia.

“”El Talento” es tal vez la explicación más laica que tenemos para entender el éxito deportivo. Creemos que los grandes atletas nacen con un don, algo que ellos llevan por dentro que nos fue negado a los demás.

Pero el talento falla como explicación para el éxito deportivo, bajo los conceptos principales. Mistifica la excelencia subsumiendo un juego complejo de acciones discretas detrás de un concepto indiferenciado.

Factores más allá del talento explican el éxito deportivo más precisamente. Podemos con un poco esfuerzo ver cuales son estos factores en la natación: ubicación geográfica, particularmente vivir en el sur de California donde el sol brilla todo el año y todo el mundo nada; tener una familia con ingresos medio-altos que pueden pagar los viajes a competencias, y todos los gastos de materiales; la estatura, peso y proporciones anatómicas; o la suerte de tener un buen entrenador que pueda enseñar bien las técnicas necesarias.

Uno puede prender el televisor y ver a Michael Phelps nadando con una fluidez y potencia, haciéndolo ver “fácil”. Su excelencia se vuelve una cosa de él, que se manifiesta de vez en cuando; su vida y hábitos se cosifican. El “talento” es simplemente una palabra que se le da a esa cosificación. Pero no es una explicación al éxito.

Jean-Paul Sartre lo puso así, “Lo que la gente quiere es que un cobarde o un héroe nazcan de esa manera.”, sabiendo que nos protege al degradar los mismos logros que trata de elevar (Staples 1987); mágicamente separándonos de esas personas que son grandes atletas, asegurando que somos incomparables a ellos; y aliviando aquellos que no somos excelentes de la responsabilidad de nuestra condición. “Llamar a alguien “divino”, escribió Nietzsche, “significa ‘ Aquí no tenemos que competir'”.

La Mundanidad de la Excelencia

Un desempeño extraordinario se da bajo la confluencia de docenas de pequeños habilidades y actividades que se aprendieron o recogieron a lo largo del camino, cuidadosamente se convirtieron en un hábito y luego se sintetizaron en algo más completo. No hay nada extraordinario o superhumano en ninguna de esas acciones; solo el hecho que si se practican con disciplina y correctamente, todas juntas, producen excelencia.

En sus libros ampliamente leídos, especialmente “The Effective Executive” (1985), Drucker enfatiza que no es magia, sino la ejecución de prácticas particulares que llevan al éxito en los negocios: “… para ser efectivo no se requiere de dones especiales, entrenamiento especial o aptitudes especiales. La efectividad de un ejecutivo demanda hacer ciertas cosas levemente simples. Y aquello consiste en un número de pequeñas prácticas.

La iniciativa de gastarse 10 minutos escribiendo una carta de Navidad puede mantener vigente una amistad durante décadas; un sistema telefónico averiado que corta una décima parte de las llamadas puede quebrar una agencia de viajes; un presidente que baja y camina por la planta de vez en cuando y habla con los trabajadores, puede mejorar drásticamente la moral de la organización- y su producto.

Nuevamente la conclusión es: el hacer ciertas pequeñas tareas puede generar grandes resultados. La excelencia es mundana.

Ver “Rocky 4” lo puede inspirar a uno durante un par de días, pero la emoción generada por la película se puede desvanecer rápidamente cuando se enfrenta con los quehaceres diarios de madrugar y meterse al agua fría.  Si por otro lado, la realidad del día a día es divertida, desafiante y gratificante, si el agua está agradable y los amigos apoyan las metas a largo plazo se cumplen.

Mientras muchos nadadores trabajan para llegar a unas olimpiadas, ellos dividen el trabajo a lo largo del camino en pasos realizables, ninguno de ellos demasiado grande. Ellos encuentran sus retos en cosas pequeñas: trabajar en mejorar la salida esta semana, pulir la técnica de espalda la siguiente, enfocarse en dormir mejor, planear mejor el ritmo de carrera.

Esto se une al concepto del “Estado de Flow”, y como el progreso incremental importa. Como ejemplo, hace unos meses mi record personal en los 100m libres era 1:09, con un poco de práctica durante unos meses, ahora me los hago en 1:06.

La mundanidad de la excelencia va muchas veces sin reconocerse. Y la razón es bastante simple. Usualmente vemos a los grandes atletas después de que se volvieron grandes — después de años de haber aprendido nuevos métodos, de haber adquirido hábitos de competencia y consistencia, después de estar cómodos en su mundo. Ellos desde hace rato han perfeccionado la miríada de técnicas que constituyen su excelencia. Somos ignorantes de los pasos específicos que los llevó a ese desempeño y a tener esa confianza, de alguna manera creemos que esa excelencia les llegó por un azar de la naturaleza, y por eso les atribuimos ese éxito al “don” o “talento”.

En conclusión, en la persecución de la excelencia, mantener la mundanidad es el reto sicológico clave.

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